Comida, música, desfile y tradición se juntaron el sábado pasado en el club AELU. Lugar al que, desde hace un par de años, acostumbro asistir al Matsuri que se celebra por el cierre de la Semana Cultural del Japón desde 1993.
El sábado llegamos a las 8 de la noche a dicho Club, ubicado en Pueblo Libre, con la premura de los que llegan tarde. El ingreso suele ser libre pero en esta ocasión nos costó 2 soles, los cuales serán destinados para ayudar a los damnificados por el terremoto que sufrimos el 15 de agosto. Fuimos directo a los puestos de comida en busca de un par de Obentos (taper con un surtido de exquisiteces niponas) para saciar el hambre. Debido a que cada año el número de personas va en aumento, los puestos del Showa o Sakura –clubs que forman parte de la asociación -se abarrotan de personas.
En ese mismo momento el desfile estaba en su punto crucial, era el momento en que Toshiro Konishi (el popular “Achica Precio”) tomó las riendas del festival. Al ritmo de ¡Washoi¡ ¡Washoi¡ una veintena de hombres entraron a un estadio lleno desde hace horas, cargando un pequeño altar que Konishi conduce desde hace años. Su paseo acompañado por los golpes de los Taikos (tambores japoneses) alborotó a las neesan del lugar.
Un par de pares de cervezas (tradición peruana) nos prepararon para el fin de fiesta. Los postes de luz se apagaban advirtiéndonos de la necesidad de mirar al cielo en busca de luz. Una explosión roja dio inicio a los Hanabis (fuegos artificiales). De esa forma terminó el Matsuri de este año, una costumbre del pueblo japonés que deriva de ritos sagrados sintoístas y que hoy se está convirtiendo en parte de una costumbre peruana de integración social y familiar.
Fue un día de mezcla cultural, esa que solemos temer y que paradójicamente es base de nuestra propia historia.
2 comentarios:
Doomo omedetoo¡¡ estaré esperando las próximas publicaciones...
buena iniciativa, Alan!
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